domingo, 23 de mayo de 2010
Empezando
Subíamos el escarpado puerto, a bordo de mi Seat León, al que le quedan pocos trotes, pues ya alcanza
la friolera de 250.000 km. El destino, aún estaba distante, pero íbamos hacía allí ilusionados.
Aunque lo primero, permitidme que me presente, yo soy Juan, casado con Mónica, y con mis hijos Laura y Sergio, nos dirigimos hacia nuestro nuevo hogar.
Trabajaba en una importante multinacional dedicada al software, especializada en programas antivirus, cuando via web, me llego una invitación para mejorar mi perfil profesional.
Escribo un blog, dedicado a las noticias sobre software que van saliendo, y uno de mis seguidores, fue el que me propuso la invitación. Esta, era escueta, pero prometía mucho, y tan solo me pedía un sacrificio personal: el cambio de residencia.
La curiosidad me pico, y quedamos en mantener un encuentro, donde me explicaría mucho mejor el tema.
La cita fue un jueves, a las 20.30, en un bar cercano al campus universitario, llamado Erasmus.
Nunca había estado en el bar, y es más, ni siquiera recordaba que estuviera allí, y eso que la calle en la que estaba situado, era paso para mi desde mi domicilio hasta la universidad, y cuando estudiaba allí, pasaba a diario. Pero de eso, ya hacía unos cuantos años, pues mi licenciatura la alcancé, hace ya 13 años.
El bar, tenía el típico ambiente estudiantil, parecía limpio, pero a la vez viejo, y estaba adornado con un montón de anuncios de desplazamientos Erasmus, y de fotos de las distintas ciudades de destino: París, Bruselas, Oslo,... desde la más común, hasta la más rara para elegir la beca Erasmus.
Nada más entrar, sentí algo raro. El bar estaba bastante lleno, pero me pareció que todo el mundo se dio cuenta de mi entrada, aunque fuera tan solo por una milésima de segundo.
Quedamos en llevar una camisa roja, así nos conoceríamos, pues tan solo nos conocíamos por internet. Su alias era: Emperador, pero su verdadero nombre, me dijo era Pablo Gutierrez. Y ahí estaba la camisa roja, al fondo del bar, en una mesa que aparentaba un reservado, por ser la única en esa zona del bar, lo suficientemente alejada de la barra, y de las demás mesas, y pegada a la pared, junto a una foto de Lion.
Me dirigí hacia la mesa decidido
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